viernes, 19 de noviembre de 2010

LAS COMPRAS Y EL OCIO DE LAS MUJERES EN LAS CIUDADES.

Las mujeres han participado siempre de manera directa en la  configuración de las tendencias en los modos de comprar, y los efectos que estas tendencias han tenido sobre ellas mismas. Se entiende en el sentido estrictamente económico el término comprar, como el proceso mediante el cual la gente compra o adquiere artículos. Podemos distinguir  entre varios tipos o motivos de compra como son las compras indispensables para cubrir las necesidades diarias, las compras periódicas de productos de uso familiar pero no cotidiano y las compras ociosas, es decir la adquisición de productos insubstanciales.
Para las mujeres, las compras pueden significar varias cosas, como puede ser la tarea rutinaria de la compra familiar, o la ilusión de pasar un día fuera de casa; aunque también puede significar cosas diferentes según las diferentes edades y las circunstancias personales, por ejemplo, para las adolescentes, ir de comprar puede significar pasar un rato con las amigas, dedicarse a comprar moda, zapatos etc.
Hay conceptos como son por ejemplo: compra impulsiva, curiosear en las tiendas, mirar escaparates o rebajas, son términos que reflejan las tendencias en las compras.
La organización de las compras refleja la forma de funcionamiento de una sociedad, sus valores, quien tiene el poder, quién asume un papel u otro dentro de sociedad etc.
Los estilos de vida, y el estilo de vida que caracteriza a cada uno de los individuos de manera individual o a las familias de manera colectiva, viene representado por los objetos que les rodean en su vida cotidiana;  como bien refleja Peter Glen, cuando dice:

      
      Si se sacaran al jardín de la propia casa las pertenencias personales, todo lo que se         come, todo lo que se conduce y todo con lo que se juega y se trabaja, el estilo de vida de cada persona estaría representado por medio de objetos inanimados, y todo ello se consigue mediante la acción de comprar (BBC, 1995)


Lo que sucede con las compras, es que para muchos ya no tienen relación con satisfacer las necesidades básicas, si no con satisfacer otras series de gustos de los individuos. El entorno comercial se refleja como un paisaje consumista impersonal por lo que se refiere a los emplazamientos y los nexos entre ellos y los espacios que ocupan con sitios que luego se clasifican en áreas aburguesadas del casco urbano, urbanizaciones exurbanas privadas completamente planificadas, escenarios para festivales y galerías de alto nivel (Jackson y Thrift, 1995).
La ciudad y el centro urbanos siempre a sido gestionado por los hombres, y los informes sobre el consumo y la ciudad han dado siempre, poca importancia a las mujeres como principal grupo consumidor, no se las consulta suficientemente como usuarias, expertas o clientas y, por lo tanto, sus ideas y asesoramiento han tenido pocos cauces de expresión.
En las compras ha habido tendencias trascendentales que han afectado a las opciones que tenían las mujeres a su alcance, sus oportunidades de empelo y a su papel en la comunidad.
En los modos diversos de comprar han evolucionado los tipos de establecimientos donde se realizan las compras. En los años 70 se vio el inicio del declive de las tiendas pequeñas, el cual se aceleró durante las décadas de los setenta y los ochenta, produciéndose a la expansión de grandes supermercados. Cada vez más las tiendas pequeñas dedicadas a la venta de artículos de consumo diario en áreas residenciales locales y periféricas han ido disminuyendo. Sólo resisten algunas tiendas pequeñas de este estilo, debido a mujeres sin empleo remunerado, aquellas que no disponen de vehículo propio o mujeres mayores, ya que estas tiendas las pueden sacar de apuros en lo que se refiere a productos de primera necesidad, donde el precio más alto de estos establecimientos pequeños, se ve compensado por los gastos de transporte y tiempo que llevaría llegar a los grandes supermercados, siempre situados más alejados de los núcleos de viviendas. Estos lugares de compran han ido evolucionando y los grandes supermercados se han convertido en zonas de ocio y entretenimiento de toda la familia, convirtiéndose en zonas de socialización para las mujeres. Mientras estos establecimientos iban aparecieron y convirtiéndose cada vez más en el centro de ocio y compras para las familias, las tiendas pequeñas del centro de las ciudades luchaban por competir contra estos.
Las tendencias en las comparas han afectado a diferentes grupos de mujeres y de distintas maneras. La tendencia que se desarrolló durante los años ochenta y principios de los noventa de comprar en centros comerciales de la periferia no dio respuesta a las necesidades de las personas sin vehículo propio, ente ellas la gente mayor y las mujeres. ”Todos y cada uno de los aspectos relacionados con las compras están sumamente sexualizados” (Dory Reeves). Como consumidoras, la influencia de las mujeres seguirá siendo reconocida.
En cuanto al ocio de las mujeres en las ciudades, para muchas mujeres la experiencia del ocio supone a la vez el placer  del descanso y la necesidad de elegir los lugares de recreo, pero lo importante es la compañía y la calidad de la experiencia en sí, más que el lugar o la actividad. Las definiciones académicas sugieren que el ocio es “el tiempo libre relacionado con el trabajo remunerado”. Escritoras feministas mantienen posiciones críticas al respecto a estas nociones y sostienen, en cambio, que la importante participación de las mujeres en el trabajo no asalariado y en responsabilidades relacionadas con el cuidado de terceros significa que su tiempo libre es, en el mejor de los casos, limitado y en el peor, inexistente (Deem, 1986; Henderson y Bialeschki, 1992).
El ocio para las mujeres está muy mediatizado por la falta de dinero y otros recursos, de amistades con las que salir y por el trabajo vinculado al cuidado de personas dependientes. El ocio como instrumento de placer es fundamental para el bienestar de las mujeres.

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